La semana pasada pude disfrutar por fin de esta tercera y última parte de la trilogía de El Hobbit. Me moría por verla y más habiendo leído tan buenas críticas por la bloggosfera y twitter, además de haber escuchado tantos halagos de boca de amigos y conocidos.
A pesar de que de un libro de a penas 300 páginas han sacado casi 9 horas de película, no me puedo quejar en absoluto del resultado.
Es verdad que hay relleno, eso es indudable, pero han sabido cómo meter esas horas de más de forma que no desvirtúe demasiado la historia.
Quizás los fans de Tolkien más puristas dirán que se han cargado la bonita historia de El hobbit para sacarle el máximo dinero posible. Sin embargo, a mí me gusta olvidarme un poco del libro cuando me meto en una sala de cine, me hago a la idea de que lo que estoy a punto de ver no es el libro hecho película, sino una adaptación.
La película comienza en el momento justo donde acabó la segunda: cuando Smaug sale de la montaña sombría para destrozar la ciudad del lago.
Quizás el principio, con la muerte del dragón algo precipitada, deje al espectador preguntándose: si ya han matado al dragón ¿qué va a pasar en las dos horas restantes de película?
Pues descubriremos que el tesoro de Erebor atraerá también a otros poderosos enemigos que darán lugar a la batalla de los 5 ejércitos: entre hombres, enanos, elfos, horcos y águilas.
Aunque lo que prima en esta última entrega sea la acción, también hay cabida para sentimientos como la amistad, el valor y la lealtad. Ahora mismo puedo decir sin temor a equivocarme, que El Hobbit, la batalla de los 5 ejércitos, es la película que más me ha emocionado de las tres.
Haciendo mención especial a los actores, destacaría el papelazo de Martin Freeman como Bilbo Bolsón. Tanto sus gestos, como su forma de moverse, esas caras que pone; TODO en el lo hacen ser el Bilbo perfecto.
Otro actor que me ha conquitado es Richard Armitage, en la piel de Thorin escudo de roble, rey enano. Sabe encarnar perfectamente a un Thorin amable y justo, así como al Thorin sediento y corrompido por el poder.
En resumen...
creo que Peter Jackson ha sabido crear su propia versión de El Hobbit, al igual que ya hiciera en su día con ESDLA, dándole ese toque personal palpable en cada minuto de metraje.
El hecho de que fuera Peter Jackson el encargado de llevar a la gran pantalla esta gran historia ha servido para dar uniformidad al mundo de Tolkien en el cine. Si cualquier otro director hubiera dirigido la trilogía, sin importar que hubiera sido mejor o peor, ésta tendría un sabor tan distinto al de ESDLA que no parecerían del mismo escritor ni basadas en el mismo mundo.
PUNTUACIÓN: 4,5/5